jueves, 19 de noviembre de 2009

Bizikletan...

Canta siempre que sube a una bicicleta. Es un acto reflejo, instintivo, como la pierna que se dispara cuando el médico golpea con el martillito en la rodilla. Es ponerse a pedalear y al instante empezar a tararear alguna canción, cualquier canción, sea la que lleva escuchando esa semana sin parar o la que acaba de oír por la radio (y en realidad odia). A veces se olvida del resto del mundo y canta tan fuerte que la gente se gira y le mira como si fuera desnudo o tuviera tres cabezas. Y a veces se olvida incluso de la ruta que había decidido tomar, y de repente se ve pedaleando en el Madrid de 1850, sin la Gran Vía, ni atascos, ni obras, ni Facebook, ni diseño… Frena, pone los dos pies en el suelo, y en ese momento se le aparece un panel con dos opciones: “Vuelvo”, y “Me quedo”. Mira a su alrededor, le saludan con el sombrero, tira el móvil por la alcantarilla, y decide quedarse.